El humo está compuesto por partículas en suspensión, procedentes de la combustión total o parcial del combustible disponible en el incendio. Las corrientes térmicas del incendio, así como otras del propio entorno (por ejemplo, vientos en el exterior, o flujos de aire en pasillos y túneles), elevan, agitan, mueven e incluso alimentan a esas partículas, manteniéndolas incandescentes. Al final, esas ascuas y chispas pueden generar un nuevo incendio si caen sobre material inflamable (papel, tejidos, maderas, aceites…).
La edificación moderna, bien diseñada y desarrollada, se fija en criterios de seguridad antiincendios. Es posible construir edificios atendiendo a las medidas de contención para evitar la propagación de humos desde su punto de origen. Por ejemplo, en las cocinas. Es importante centrarse en la extinción en las cocinas, y si no se consigue, disponer de elementos de extinción y contención en el edificio.Es imprescindible implicarse en las medidas de contención y prevención de incendios. Estos son algunos métodos para evitar la propagación del fuego y su humo: